08/06/12

Fahrenheit 451 - Pág. 99

BRADBURY, Ray. Fahrenheit 451. Barcelona: Minotauro, 2009. ISBN 84-507-1168-1.

 "—Anoche te portaste de un modo muy extraño.
Mildred regresó canturreando.
—¿Dónde está la aspirina?
—¡Oh! —La mujer volvió al cuarto de baño—. ¿Ocurrió algo?
—Sólo un incendio.
—Yo pasé una velada agradable —dijo ella, desde el cuarto de baño.
—¿Haciendo qué?
—En la sala de estar.
—¿Qué había?
—Programas.
—¿Qué programas?
—Algunos de los mejores.
—¿Con quién?
—Oh, ya sabes, con todo el grupo.
—Sí, el grupo, el grupo, el grupo.
Él se oprimió el dolor que sentía en los ojos y, de repente, el olor a petróleo le hizo vomitar.
Mildred regresó, canturreando. Quedó sorprendida.
—¿Por qué has hecho esto?
Montag miró, abatido el suelo.
—Quemamos a una vieja con sus libros.
—Es una suerte que la alfombra sea lavable. —Cogió una escoba de fregar y limpió la alfombra—. Anoche fui a casa de Helen.
—¿No podías ver las funciones en tu propia sala de estar?
—Desde luego, pero es agradable hacer visitas.
Mildred volvió a la sala. Él la oyó cantar.
—¡Mildred! —llamó.
Ella regresó, cantando, haciendo chasquear suavemente los dedos.
—¿No me preguntas nada sobre lo de anoche? —dijo.
—¿Sobre qué?
—Quemamos un millar de libros. Quemamos a una mujer.
—¿Y qué?
La sala de estar estallaba de sonidos.
—Quemamos ejemplares de Dante, de Swift y de Marco Aurelio.
—¿No era éste un europeo?
—Algo por el estilo.
—¿No era radical?
—Nunca llegué a leerlo.
—Era un radical. —Mildred jugueteó con el teléfono—. ¿No esperarás que llame al capitán Beatty, verdad?
      —¡Tienes que hacerlo!
—¡No grites!
—No gritaba. —Montag se había incorporado en la cama, repentinamente enfurecido, congestionado, sudoroso. La sala de estar retumbaba en la atmósfera caliente—. No puedo decirle que estoy enfermo.
—¿Por qué?
«Porque tienes miedo», pensó él. Un niño que se finge enfermo, temeroso de llamar porque, después de una breve discusión, la conversación tomaría este giro «Sí, capitán, ya me siento mejor. Estaré ahí esta noche a las diez.»
—No estás enfermo —insistió Mildred.
Montag se dejó caer en la cama. Metió la mano bajo la almohada. El libro oculto seguía allí.
—Mildred, ¿qué te parecería si, quizá, dejase mi trabajo por algún tiempo?
—¿Quieres dejarlo todo? Después de todos esos años de trabajar, porque, una noche, una mujer, y sus libros…
—¡Hubieses tenido que verla, Millie!
—Ella no es nada para mí. No hubiese debido tener libros. Ha sido culpa de ella, hubiese tenido que pensarlo antes. La odio. Te ha sacado de tus casillas y antes de que te des cuenta, estaremos en la calle, sin casa, sin empleo, sin nada.
—Tú no estabas allí, tú no la viste —insistió él—. Tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos imaginar para hacer que una mujer permanezca en una casa que arde. Ahí tiene que haber algo. Uno no se sacrifica por nada."

Primeiras páxinas do cómic e prólogo do autor.



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